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Crítica a la religión

Una religión que exige algo a cambio por sus "servicios" no merece ser tomada en cuenta. Quién no ha visto los automóviles y casas de los padres, no se les hace absurdo y grotesco que personas que trabajan tan solo para tener algo que comer den limosna a ellos que viven mil veces mejor, ni hablemos de dar el diezmo. Pero que maravillosos templos tenemos, en cada ciudad, de nuestro bello país, encontramos edificaciones impresionantes, bellísimas, en pleno centro, la mejor ubicación; cuánto vale cada uno de esos altares, cuánto cada figura de aquellas personas que, por sus buenas acciones, han sido elevados al nivel de santos; incluso hay altares de oro, plata, bronce... Qué dejo escapar. Inclinen su cabeza ante ellos, esos ídolos, que, por acuerdo de los altos mandos eclesiásticos, tienen permitidos alabar, sin hacer enojar a Dios, desde luego.


Regresando al punto original, supongo que Dios necesita ese tipo de casas, dignas de él, más que los fieles su dinero para medicinas, más que las mamás que trabajan todo el día, desatendiendo a sus hijos, por llevarles algo de comer; más que aquel anciano un abrigo con el que cubrirse del frío. Pero esto no queda ahí, en plena época de crisis económicas, jamás he oído que el Vaticano tenga problemas, es un país, fuerte, solido, cuya economía se sustenta en un recurso inagotable, la ceguera de las personas.


Quizá miento, podría agotarse, pero, como reza el conocido refrán, "No hay peor ciego que el que no quiere ver"; aceptando esto mi anterior afirmación pasaría por verídica. Leyendo la Biblia Me di cuenta que Jesús no cobraba por sus sermones, tampoco pedía aportaciones voluntarias; quizá no fueran tan buenos como los de ahora. No aman sentarse, levantarse, mover los brazos, las manos, en perfecta sincronía con los demás, repetir todos las mismas palabras como pericos, e incluso competir por ver quién sabe más cosas de memoria y las puede decir más rápido; yo no.


Hasta donde mi mente me permite recordar, Jesús, prefería dar en vez de pedir, alimentaba al hambriento y daba de beber a quien tenía sed; no recuerdo cuántas iglesias construyó, tal vez ninguna. Algún pasaje en la Biblia, dice que se enojó con los vendedores del templo, incluso, destruyó sus puestos; recuerdan otra vez a Jesús enojado. Seguro no es un hecho muy importante y por eso en cada iglesia hay al menos un puestecito en el que podemos comprar imágenes, artilugios y cosas así; además de todo "benditas" y con el poder de ayudarnos a alcanzar algún objetivo.


Y podría seguir comentando todas esas costumbres y tradiciones que humillan, denigran y, sobre todo, se burlan del intelecto de las personas, me da flojera, en verdad.


Siendo usted, estimado lector, perspicaz, se habrá preguntado si Dios necesita de intermediarios, incluso personas con súper poderes y habilidades únicas, que él mismo selecciona, para comunicarse con nosotros, humanos comunes y corrientes, no santos, no elegidos, no mesías, no papas. Me han dicho que es todo poderoso, que está en todas partes, escucho un poco de contradicción; tal vez solo soy yo, obviamente no. Debe haber un medio, con el que podamos contactarlo, algo mucho más directo.


He cometido la osadía de asumir que crees en Dios, yo lo hago y la discusión de este asunto no se encuentra dentro del alcance de esta pequeña reflexión; dejémoslo para otra ocasión. Y avancemos a otro punto, que seguro le hará pensar y reflexionar un poco; nuestra sociedad vive al lado de una religión nihilista.


Nihilismo, bonita palabra, e interesante planteamiento, su base, la negación, el sin sentido. Sin duda, toda mente abierta ha caminado, al menos un poco, por sus senderos, siendo los frutos recogidos en ellos, dulces y jugosos, una bendición para el libre pensador.


Si haces el bien, vas al cielo; si haces el mal, acabarás en el infierno; Dios es el juez. Interesante planteamiento, si lo vemos detenidamente, nuestras acciones son las que decidirán el final que tengamos; podrán o no estar de acuerdo con este pensamiento determinista, pero no nos detengamos en esto. Hay algo más interesante, las consecuencias  se reflejarán en otro mundo. La negación del aquí y el ahora en pos de algo venidero. 



Por qué la iglesia antepone como valores principales aquellos que desdeñan las cosas de nuestro mundo. No siempre fue así, en alguna época, las personas peleaban por sus derechos, trataban de conquistar lugares y crecer como pueblo; éxodo de Egipto, murallas de Jericó, el orgullo del pueblo israelita. Qué le pasó al Dios del antiguo testamento. Ahora la humildad, pobreza, obediencia y docilidad son la base de la vida; para qué pensar. Y no es nada nuevo, ni con mucho, recuerdan la edad media, en manos de quién se encontraba el pueblo; cuánto ha cambiado.



El desdén por la inteligencia, la superación, el éxito, la apertura de la mente, el sexo, la felicidad, las sonrisas y alegría me repugna. Las cosas buenas de la vida van acompañadas del pecado, las que nos hacen sufrir y lastiman son las trompetillas que anuncian nuestra llegada al paraíso. La sola idea de Dios como un juez que castiga o premia me resulta incongruente. Pecado, bien, mal... solo son palabras, las cosas son tal como deben ser; por qué Dios me castigaría al hacer algo que me permitió hacer, no se supone que ni una sola hoja del árbol se mueve sin que él lo sepa, sin que él lo permita.



Por qué esperar al siguiente mundo, a caso éste no nos es suficiente. Lo que sembramos aquí, aquí florece, no caigan en la mentira de la esperanza; no se dejen persuadir. El progreso y la lucha constante nos hace ser mejores personas, si tenemos éxito inspiramos a las personas, si llegamos lejos podemos ayudar a los demás a dar sus pasos y al final nuestra felicidad está aquí, de nuevo, aquí, en cada día. El triunfo no está peleado con la amabilidad, con el despotismo, con cualquier valor positivo que prediquen en la iglesia; puedo ser un exitoso y a la vez tener caridad, más allá, puedo ayudar a más personas puesto que tengo más. 



La parábola de las semillas es un excelente resumen a mi planteamiento, a todos nos dieron semillas al llegar al mundo, qué hacemos con ellas es nuestra responsabilidad. Dejen la mediocridad y abandonen el consuelo de la no acción; observen, piensen y actúen, todos tenemos cualidades, todos podemos hacer algo muy bien, háganlo. Tanto vale un pan hecho con maestría que la ecuación maestra de Einstein, no todos somos pastores, no todos somos ovejas; mas, qué es un pastor sin ovejas o unas ovejas sin pastor. 



Vivamos el aquí y el ahora, si desean algo tómenlo; no me refiero tan solo a cosas materiales, descúbranse y sean felices. No le crean a alguien que les diga que no lo merecen, a alguien que cambia la alegría de la vida por promesas de otra que está por llegar; hagan todo lo que su corazón les diga, en verdad nada es malo ni bueno. El cielo o el infierno está aquí, día a día.



Un punto más, si Dios necesitara a la religión, habría creado una, o dos, o muchas. Cada una se auto denomina la verdadera, cada una tiene sus reglas, sus normas, sus tradiciones; vivimos en una sociedad católica con minorías que luchan por crecer, inmersos en un desprecio y total desconocimiento de otras culturas. Qué necesidad de envolvernos en banderas y gritar yo soy católico, yo soy cristiano, yo soy testigo de Jehová, yo soy mormón... No se supone que todos somos hermanos. 



Como hermanos, lo más sensato y ciertamente correcto, es entender que nadie piensa de la misma manera, si yo llegué al destino en línea recta, tal vez tú elijas la el camino curveado, tal vez él aquel con más bajadas, otro quizá el que va cerca del mar; por qué eso debería importar. Entendiendo nuestra igualdad y libre albedrío, podríamos vivir en un mundo lleno de respeto y progreso, teniendo como fin la armonía, paz y felicidad.



Mi maestro resumió mucho del mensaje que hoy les quise compartir con estas palabras, "Ámense los unos a los otros", acabando con las tonterías que nos han querido enseñar en su nombre; al diablo la iglesia, los dogmas, las reglas, que solo benefician a unos pocos, todos valemos lo mismo y tenemos el mismo derecho y obligación de ser felices. Jamás agachen la cabeza ante nadie y, si la levantan, que sea para ver las cosas que nadie ha visto, tómenlas y compártanlas.



Dios está en cada uno, en cada amanecer, en cada ser vivo, en las montañas, en las sonrisas, en las lágrimas, en tus gritos y silencios, en la luz y en la oscuridad, en lo más alto y en lo más bajo, en el papa y en la prostituta, en ti moreno, en ti blanco, en ti negro, está en nuestras palabras y pensamientos. Para mi, tú eres Dios y vales tanto como yo, que también lo soy. Hablaremos después de esto último; por ahora solo les digo, si en tú religión eres libre, equitativo, respetuoso y te guían hacia el progreso y la felicidad, invitándote a llevar a todos aquellos que puedas contigo, en hora buena, la comparto.

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